"Mientras ustedes no sean dueños de su alma, no lo serán de la mía."

Te voy a exorcizar.

miércoles, 22 de agosto de 2012

III.

La primera tenía sabor a ron y olor a marihuana, un acento diviiino, ché y una risa escandalosa que le hacía cosquillas en la nariz. La segunda era morena y llevaba la manicura francesa en unas uñas larguísimas como las de las actrices porno de las películas que descubrieron a los quince Dani, Samir y él. Tenía un nombre que parecía francés aunque jamás había estado en Francia y nunca se acercó a un verso de Baudelaire. Escribió una canción sobre ella que hablaba de la melancolía en su rostro de princesa consentida o algo parecido, la primera vez que la tocó supo que se mentía, vomitó y jamás volvió a tocarla.
Tuvo que asumir que iba a perderse entre un montón de ombligos fotocopiados y a darles tintes poéticos para seguir viviendo consigo mismo diez minutos más, así que se armó de lo más parecido al valor que encontró.
Ella es rubia, tan rubia que, a veces, cuando le da la luz, parece que tiene el pelo blanco y nunca le ha entendido, pero no es idiota. Le conoce y le quiere y le odia porque con él todo es complicado y extremo. Es como una puta obra de Wagner, excesivo, oscuro, necesitado, de esas piezas que al terminar te dejan exhausta y con la sensación de haber perdido algo bueno en el camino y haber visto algo que no todo el mundo puede. A veces, en esos momentos en los que se le opacan los ojos y le tiemblan los dedos sobre las cuerdas, se siente una intrusa, como esos personajes de las novelas malas que leía su hermana, que sólo servían para darle empujoncitos al argumento. No le van las grandes decisiones, no es la heroína de ningún gran poema épico y no puede ser la musa de sus canciones, la llama de su revolución, ni ninguna de esos grandilocuentes papeles que él necesita que interprete, así que hace algo por él que nadie más hará y que tal vez nunca le agradezca. Se convierte en una especie de malvada Dulcinea. Le deja. Es más, LE DEJA. Destroza su corazón, le llena de dudas y arrastra su cadáver desde Galicia a Madrid. Es la bruja que inspirará sus mejores canciones. Antes de ella tenía una guitarra y algo de talento, una luz idealista en la mirada, sonrisa de crío y algo a punto de quebrarse a su alrededor; después de ella tiene una nota nueva de serenidad en la voz, ése algo un poco más quebrado pero entero y una deuda.
Ella sabe la verdad, que la quiso a su manera torpe, excesiva y literaria, que la escribirá mil canciones y sólo cantará tres en público, que dirá que una está dedicada a ella y fingirá que las otras son a mujeres que vio una vez en el autobús. Sabe que algún día, cuando muchas otras mujeres más constantes le inspiren canciones y orgasmos, sabrá lo que hizo y le escribirá una última canción, una que hable de cómo se encontrarán en un café y se perdonarán no acordarse cómo toma cada uno el café.
Ahora puede odiarle tranquila por hacerla llorar, por todas las chicas al bajar del escenario y las canciones que vomitó.

No hay comentarios: