"Mientras ustedes no sean dueños de su alma, no lo serán de la mía."

Te voy a exorcizar.

martes, 4 de septiembre de 2012

pequeño paréntesis en una historia entre paréntesis: el chico-gato

El chico-gato carga con la tristeza de todos los niños del mundo. La gente piensa que son iguales, por eso de que siempre andan juntos de un lado para otro, con la guitarra y ese aire de bohemios torturados a la espalda, pero la gente, como casi siempre, se equivoca.
El chico-gato  escribe canciones que dicen lo que él no puede porque siente que se aturulla, redunda y acaba con un montón de palabras vacías huyendo despavoridas de sus labios, por eso le regaló aquella canción, porque no supo decirle "pasará".
A veces intenta imitar la sonrisa gamberra, la espontaneidad y esa facilidad para hablar con la gente, pero siempre le quedan enlatadas y torpes, con un toque histérico que hace que Andrés se atragante de risa y le diga 'no dejés de fumar' con acento argeñol y esa manera de mirar siempre un poquito más allá.
También envidia esa sinceridad desarmante que exhibe por ahí, encima del escenario, en cualquier conversación, esa manera de desnudarse de repente y sin  venir a cuento, de dejar a la gente sin aliento y encogerse de hombros porque él es así, esa falta de pudor que le dice que siempre será uno de los mejores en el escenario, pero nunca será un buen poeta.
El chico-gato toca sus canciones, que siempre dicen más de lo que quisiera, y mira desde detrás del flequillo, fuma mezclando el humo del cigarro y un suspiro y acaba con la vista en las puntas de los pies. Espera que lo entiendas o no, pero que no le pidas que se explique.